E s obvio, como
dice el título de un conocido libro: “Los hombres son de Marte, las
mujeres de Venus”. La verdad, hombre y mujeres, son muy diferentes entre
sí, por no decir diametralmente opuestos. Ambos piensan y se conducen de
manera muy distinta, ya sea para el amor, los pleitos o el odio.
Pero, ¿qué hay
de la relación en sí?, ¿Qué hay en ellos, la pareja que de pronto pueden
estar platicando muy bien y de pronto desesperarse, hasta el punto casi,
de arrancarse los pelos y enfadarse, a tal grado, de mandar a su amada
pareja al demonio. Claro, se dice que el hombre es muy desesperado, pero
¿quién de los hombres no se ha desesperado jamás con alguna mujer...?
Bueno, estas son algunas de las cosas que les pasan a
los hombres, en relación a la actitud de una mujer. Veamos si esto es
cierto.
Impuntualidad:
La mujer tarda horas en arreglarse. Acuerdan una cita a las 10 de la
mañana o 9 de la noche, para el caso es lo mismo. El galán lega a casa o
departamento de la chica y ésta no está lista o se quedó dormida, lo que
causa el primer enojo. Ya después ella lo recibe como si nada, y uno que
otro besito o un “ahorita me arreglo”, soluciona parte del
problema. Sin embargo, luego surge otro inconveniente: “Me voy a
bañar, espérame tantito…”. Fácil 45 minutos o más de espera. Luego
ya sale, te muestra de lejos que anda en toalla, y te dice: “Nomás me
seco y me visto y en 15 minutos estoy contigo”, lo que hacen de 20 a
30 minutos más de espera. El hombre empieza a impacientarse. “Te
noto de mal humor, ¿te pasa algo? Estás muy serio, ¿cómo te fue en el
trabajo?”. Nuevamente el hombre agarra aliento para no emitir malas
palabras y se guanta el coraje. Acto seguido, ya sale vestida y te
pregunta: “Mira, también tengo estos dos juegos, ¿qué te parece
mejor, esto que traigo, o estos pantalones con esta blusa, o esta falda
con esta otra cosa?”. A ti, como te da lo mismo le dices: “Está
bien, te ves bien”, a lo que ella contesta: “Ah, no, no te gustó,
si te hubiera gustado me hubieras dicho: ‘Se te ve bien padre, pero como
no te gustó, nomás me dices ‘Se te ve bien’ y ya’ ”. Y es el inicio
de los pleitos. Nunca están a tiempo, y fácilmente pueden ser dos horas
de espera.
Compradoras
compulsivas:
Además de comprar cosas que no sirvan para un carajo; esto es, que jamás
se las van a poner a utilizar, pueden pasar fácilmente 4, 5 o hasta 6
horas en las tiendas o centros comerciales, sin cansarse. Eso sí, a sus
amigas, al novio o al marido les dicen: “Es que no tengo nada que
ponerme”; “Ya no tengo ropa” o “Esto me queda fatal”.
Y si van a una fiesta o a una boda, preguntan a sus amigas quién más va
a ir, pues en dado caso que a esa reunión vaya una amiga no muy querida
por ellas, seguramente dirá: “Ah, no, entonces el vestido azul que
tanto me gusta, porque me queda muy bien, no me lo voy a poner, pues ya
me lo vio fulanita”. Los hombres odian y no comprenden esto.
Son
difíciles de descifrar:
Por más que uno haga el intento, jamás uno las entenderá. Hoy pueden
estar de buen humor, y al día siguiente o al rato, su humor camia al
otro extremo, sin que medie algo de por medio. ¿Motivo, razón o causa…?
Tal vez ni Freud pudiera explicarlo. Y para colmo, las discusiones
pueden ser de lo más simples o estúpidas y… ellas siempre tienen a
razón, por más que no la tengan. Y si de pronto surge algún
“encontronazo” o pleito por algo absurdo… pues nuevamente, ellas ganan.
“Es que te dije que era azul”. “No, era rojo”, responde
ella. “¿Cómo va a ser rojo, si era azul, hasta ahí decía… azul?”,
replica él, a lo que ella nuevamente te responde, levantando la mirada,
arqueando la ceja y reprochándote como viéndote cara de estúpido: “Te
dije que era rojo, yo misma lo ví”. Y uno, con el afán de no
discutir, le das por su lado y aceptas. “Está bien, lo que tú digas,
es rojo”. Pero la cosa no acaba aquí, ella ya con enojo coraje,
visto a todas luces, casi te grita: “Ah no, tú me dices eso de que es
rojo, porque no quieres seguir discutiendo; y, como no quieres seguir
discutiendo, me das la razón; pero tú muy bien sabes que es, o era rojo”.
Cuestión de enfoques, o cuestión de colores. O, tal vez daltonismo.
La relación
con la madre:
¡Las madres, las madres…! Otro eterno conflicto en la relación de la
pareja, agregándose un ingrediente más: esa otra persona que entra al
triángulo es precisamente ¡otra mujer! La novia, la pareja o la esposa
del hombre no sólo tiene que lidiar con su similar, sino que además va a
estar confrontado por ese ser, por algunos llamado, monstruoso, llamado:
suegra. Y es que esa persona no solamente trata de meterse en la vida
privada de uno, sino que además, por cuestiones de que así es la vida,
las mujeres suelen pelear con ella dos o tres veces por semana, sino es
que al día. No se pueden ver, pero… ahí están, tan cercanas la una a la
otra, como si nada hubiera pasado, más si es para ponerse de acuerdo
para manejar al hombre.
Teléfono e
Internet:
El hombre no se explica el porqué las mujeres pasan horas y horas
llamando por teléfono, no importa si es celular o el teléfono fijo de
casa. Y si se trata de Internet, se la pasan chateando todo el día, en
cosas verdaderamente intrascendentes, en lugar de hacer cosas más
productivas. Y mejor no mencionar lo de las redes sociales, como el
Facebook, el Twitter o el Messenger.
Celos:
Las
mujeres son sumamente celosas, sólo ellas pueden ser las reinas y nadie
más. Uno no puede tener amigas y, a veces, ni siquiera amigos hombres.
Todas las demás, al mismo tiempo que rebajarlas, minimizarlas o hacerlas
menos, son unas cualquiera, por no decir putas, palabra que a menudo
utilizan para referirse a las otras, sus rivales.
Especulan
demás:
Aunado a esto, a las mujeres les gusta especular, se complican la vida
demasiado: ven cosas que no son o entienden de manera muy distintas las
cosas a como lo hace un hombre, y lo peor del caso, uno tiene que
adivinarles el pensamiento o si no, seguramente, habrá pleito. Lo peor
del caso es que muchas veces –por no decir que la mayoría- ellas cambian
las versiones, y lo que tú dijiste, pasa a ser lo que ellas dijeron. Y
punto, no hay vuelta de hoja.
El ir de
compras:
¡Qué horror! Ir de compras con ellas no es propiamente una odisea; es
más bien, un suplicio. Van no solamente a una, dos o tres tiendas, sino
que van a todas aquella tiendas que tiene un centro comercial, aunque no
sea para comprar, sino solamente para ver. Y si se trata de comprar
ropa, se prueban mil y un vestidos, aún sabiendo que no les va a quedar
bien o que no les sienta. Por otro lado, el hombre no se explica el
porqué tienen que detenerse a mirar cada aparador, y por qué se prueban
ropa que ni siquiera van a llevar.
Juntas al
baño:
¿Por qué tienen que ir las mujeres juntas al baño? En un restaurante,
una boda o una fiesta, de pronto se levantan y van entre dos al baño.
¿Necesitarán ayuda para hacer pipí? ¿Es que acaso no pueden ir
separadas, o por si solas, como lo hace el hombre? ¿O será que
aprovechan el camino para pasarse chismes…?
No les
gusta decidir:
Muchos hombres
se desesperan cuando uno, a fin de quedar bien, les pide su opinión para
ver a dónde les gustaría salir, a donde ir a comer, a dónde ir a bailar
o qué película ver en el cine. La respuesta de ellas, casi seguro será:
“A donde tú quieras” o “Lo que a tú digas o ti se te antoje”.
¿Qué no podrán pensar por sí mismas...?
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